Vamos al lío! Lo ideal para un huerto es empezar a trabajar la tierra a final de otoño o en invierno, en un momento en el que hayan parado las lluvias y el frío aletargue la vida en el suelo. En nuestra tierra, Badajoz (Extremadura), ese momento puede ser a final de Diciembre o inicios de Enero, cuando se produce habitualmente un régimen de altas presiones en toda España que mantiene los cielos despejados y un frío intenso. Sin embargo, en mi caso he tenido que empezar un poco más tarde, a final de Febrero, aunque espero no encontrar inconvenientes con ello.


Lo primero que he hecho ha sido roturar la tierra con un motocultor
diésel de unos 14 CV de potencia. En un primer día hice una primera
pasada para romper la vegetación silvestre, que dejo en el lugar para
que sirva como material orgánico, y aligerar la parte superficial. Una
semana después, tras dejar reposar la tierra y que se secasen las raíces
expuestas, di una segunda pasada profundizando y aligerando la tierra
al máximo. Puede parecer que con el motocultor esto es un trabajo fácil,
pero en realidad cansa un montón. Tuve agujetas durante días.
Como es una tierra en la que sólo se ha cultivado una vez hace dos años,
no consideré la necesidad de realizar un abonado extra. Este año voy a
intentar sacar la producción con los nutrientes que tenga el suelo de
manera natural. Terminado el arado sólo hay que esperar un par de
semanas a que se repose la tierra y se empiece a descomponer los restos
de vegetación para poder empezar a sembrar.